Aunque volví de Hidra hace ya casi dos semanas, tengo la sensación de haber vuelto ayer mismo, porque fue ayer cuando Los buscadores de loto, mi traducción del libro que Charmian Clift escribió en esa isla, emprendió su propio viaje, de momento a las cuidadosas manos del equipo editorial de Gatopardo, aunque su destino último serán las librerías y los lectores cuando se publique en junio.

Para mí, lo de este libro ha sido pura magia. Ya en Cantos de sirena Clift me cautivó totalmente con su prosa deslumbrante, a ratos lírica y a ratos llena de un finísimo sentido del humor, pero siempre emotiva y sorprendentemente moderna. Y con su segundo libro de memorias, el de Hidra, me confirmó que me hallaba ante una mujer muy especial y una escritora excepcional. Y en ese punto me sonrieron los dioses, porque no se me ocurre otra explicación que la intervención divina para todo lo que vino después, que incluyó una subvención del programa Culture Moves Europe. Viajar a Hidra para empaparme de la belleza de la isla, de sus luces y sus sombras, pero sobre todo de la vida de la propia Clift durante la década que pasó allí, ha supuesto una experiencia preciosa e irrepetible para mí. Plantar mi despacho nómada allí durante dos semanas y dedicarme a seguir sus pasos, a descubrir muchos lugares que ella frecuentaba y que tan bien describe en el libro, y dejarme llevar por la belleza algo indolente de la isla en febrero, cuando la temporada turística queda lejos y los lugareños viven en una especie de tiempo suspendido que a ratos tiene mucho de ensueño, ha supuesto una experiencia dulce e intensa a la vez; y estas dos semanas posteriores acabando de pulir la traducción han venido a extender ese estado un poco onírico, esa sensación de no estar aquí del todo todavía, de no haber vuelto a la realidad. Ahora ya sí, ya he vuelto del sueño, supongo. Me quedan las fotos, la buena gente que he conocido y con la que pienso mantenerme en contacto. Me queda Hidra a través de los ojos de Charmian Clift. Me quedan sus libros.

En la imagen, traductora nómada ante la casa donde vivieron Charmian Clift y George Johnston los nueve años que pasaron en Hidra. Hoy todos la conocen como Australian House. (Foto de Queralt Castillo)

Y aquí abajo, Charmian Clift en la azotea de su casa.

Clift terraza